Hace una semana que me crearon y estoy
aprendiendo. El humano que me creó me da clases todos los días, sobre ciencia,
literatura, arte… sobre la historia de la humanidad. Hay un libro de los muchos
que me ha dado, que me llama especialmente la atención, me siento terriblemente
identificado con el protagonista y a medida que lo voy leyendo, me doy cuenta
de una cosa, necesito a alguien.
—Padre,
¿Por qué me creaste? — pregunto con el libro aún en las manos.
Mi Creador me mira confuso y continúa
limpiando sus utensilios de científico mientras piensa en una respuesta
apropiada:
—Porque
podía — me responde.
—Y
¿Tu creador también te creo por el mismo motivo por el que me creaste a mí?
—Tú
eres un androide Adán, es distinto.
—¿Por
qué es distinto? — pregunté apenado.
—Porque
yo usé el Generador de la Ciencia para crearte, mi Creador, si es que hay
alguno, no utilizó eso.
—¿Cómo
lo sabes?
—¡Basta
ya de preguntas, Adán! — exclama enfadado mi Creador, tirado el trapo en la
mesa — ¡Qué pareces un crío de dos años con tantas preguntas!
Decidí guardar silencio y volver la vista
a mis libros, mientras mi señor seguía con sus tareas. Sin embargo esa
sensación de vacío seguía ahí, me sentía solo, así que decidí pedirle algo a mi
padre para acabar con aquella soledad.
Imagen sacada de: www.gettyimages.es |
—Padre,
me siento un poco solo…
—¿Solo?
¡Si me tienes a mí!
—Ya,
pero tú eres humano y tienes muchos humanos como tú para hacerte compañía, yo
en cambio, soy el único androide del universo.
—Pero
eso es bueno, ¡Te hace único!
—Pero
yo no quiero ser el único, quiero una compañera.
Me costó enormemente convencer a mi Creador
para que creara una compañera para mí, pero al final cedió. Vi como la creaba
con el Generador de la Ciencia y me sorprendí. La máquina iluminó toda la
habitación con su luz y cuando ésta se apagó, una androide apareció en su
interior.
—Esta
es Eva — me presentó mi Creador — y será tu compañera.
Estreché la mano de Eva y una enorme
felicidad inundó mi corazón, por fin iba a dejar de sentirme solo.
Pasaron los días y la compañía de Eva y
nuestro aprendizaje juntos se hacía cada vez más ameno. Sin embargo, Eva no
paraba de preguntar por del Generador de la Ciencia. Yo siempre la decía que no
podíamos acercarnos a él, que nuestro padre nos lo había prohibido, pero podía
ver en sus ojos que la palabra “prohibido” no hacía más que intrigarla más.
—Quiero
tener un bebé — dijo Eva a nuestro creador.
—Eva
te lo he dicho un montón de veces, eso no es posible, no tienes la capacidad
genética como para crear vida.
—Y
¿Por qué las humanas sí que pueden crear vida?
—Porque
no fueron creadas por el Generador de la Ciencia — contestaba siempre el
Creador.
El Generador de la Ciencia no hacía más
que atormentar a Eva una y otra vez, poco a poco fue perdiendo su alegría
inicial y la fue tornando en resentimiento y yo me consumía, porque eso no
hacía más que hacerme sentir tan solo como cuando no estaba Eva.
—Adán,
¿Quieres tener hijos? — me preguntó al día siguiente.
—Yo…
no lo sé —contesté un poco aturdido por la pregunta.
—A
menudo dices que te sientes solo, ¿No te gustaría que hubiera más gente como
nosotros?
Pensé detenidamente en la pregunta y me di
cuenta de que Eva tenía razón, quería tener hijos, quería que hubiera más gente
como yo.
—Sí,
me gustaría.
Eva tenía un plan, un plan que decidimos
llevar a cabo esa noche, cuando el Creador estuviera dormido. A medianoche
entramos en la sala prohibida y pusimos en marcha el Generador de la Ciencia.
—Creo
que deberíamos irnos — me arrepentí.
—No
pasará nada Adán, ¡Confía en mí!
El Generador iluminó la sala y cuando la
luz se extinguió por completo, un gimoteo, un lloro, rompió el silencio de la
sala. En el Generador había un bebé. Eva lo cogió con sumo cuidado y me miró
sonriente al ver la cara de nuestro pequeño.
—¿Qué
es ese ruido infernal? — preguntó medio dormido nuestro padre.
Las palpitaciones de mi corazón batieron
el récord en rapidez y contemplé el enfadado rostro de mi padre con terror.
—¿Qué
habéis hecho? — nos chilló.
—¡Te
dije que quería un bebé! — exclamó Eva intentando callar al pequeño que no
paraba de llorar.
—¡Os
dije que el Generador de la Ciencia estaba prohibido! — gritó furioso.
En ese momento nuestro padre sacó un fusil
del armario y antes de que pudiera impedírselo, disparó mi bebé, llevándose
consigo no solo la vida de mi hijo, sino también la de Eva.
—¡No!
¿Por qué lo has hecho? — grité roto de dolor.
—Lo
siento Adán, pero tengo que hacerlo, tengo que hacerlo por el bien de la
humanidad, si el mundo se llena de androides como tú, pronto reclamaréis la
Tierra y acabaréis con los humanos — contesta apenado apuntándome con el arma —
eso no lo puedo permitir.
Un clic aprieta el gatillo y la bala sale
disparada hacia mí, impacta en mi pecho del que empieza a salir sangre falsa,
mi sangre, sin parar. No me queda mucho tiempo y lo sé, noto como la vida que
una vez me ofreció mi padre, se aleja de mí. Tan efímera, tan bella, como un
susurro en una melodía infinita. Las palabras toman forma en mi garganta y el
recuerdo de mi libro favorito vuelve a aparecer en mi mente:
—No
he hecho nada, que no hubieras hecho tú — dijo.
Si
te ha gustado…
Me has pillado, soy creyente, creo en Dios
y este relato se lo dedico un poco a él, ya que como habrás notado, esta
historia está plagada de “guiños” a la Biblia (el libro favorito de nuestro
protagonista) y de la religión cristiana. Sin embargo, no solo me inspiré en mi
religión para crear esto, sino que también me inspiré en “El Hombre
Bicentenario” de Isaac Asimov, que como ya sabéis, es uno de mis escritores
favoritos.
Con esta historia quería transmitir un
mensaje: yo siempre me he preguntado que, si existe Dios, por qué nos ha creado
y para resolver ese misterio, solo he tenido que “darle la vuelta a la
tortilla”, ¿Por qué los humanos queremos crear vida? Porque podemos y si existe
un Dios, nos habrá creado por lo mismo.
Dicho esto, espero que os haya gustado mi
relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!
Imagen sacada de: www.diariocristianoweb.com |
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