domingo, 18 de junio de 2017

El Proyecto

Mi mujer era mi obsesión, ella era mi alma gemela, me completaba y sentía que sin ella mi mundo se derrumbaría. Cuando esa terrible enfermedad se la llevó, perdí la fe en todas las cosas. Ya nada me satisfacía, nada me llenaba. La pena se hundía en lo más profundo de mi corazón y allí me desgarraba.
En la oscuridad y la desesperación, una idea surgió en mi mente. No iba resignarme a su partida, si los dioses habían decidido arrebatármela, yo sería mi propio dios.

Empecé mi proyecto, empecé a construir, pero a medida que avanzaba me di cuenta de que necesitaba ayuda. Puse un anuncio y esperé a que los primeros candidatos aparecieran:
Imagen sacada de: mx.tuhistory.com
—Aquí dice que sois expertos en mecánica — le digo al primer candidato — ¿Habéis trabajado antes en algún proyecto similar?
—No, pero he estado trabajando con turbinas de nave Tieforce One y estuve en un proyecto de minas vorg.
—Ya veo, gracias, ya le llamaremos — digo al ver con decepción su currículum.
—Pero si…
—Gracias — contesto categóricamente — ya le llamaremos.
El desconcertado candidato sale por la puerta un poco decepcionado y nada más salir, entra una enérgica chica de unos ventipocos años.
—Uff perdone el retraso señor Caljun — me dice.
—¿Quién es usted?
—Soy la candidata al puesto de ayudante — contesta como si fuera lo más obvio del mundo — Rousi More, hemos hablado esta mañana.
La miro confundido, Rousi More no encaja en el perfil que he estado viendo a lo largo de las entrevistas. Generalmente se han presentado chicos con traje y corbata, demasiado refinados y demasiado comunes, pero Rousi es diferente, tiene una camiseta de dibujos y una falda demasiado corta para ser apropiada, su estilo infantil recalca aún más su corta edad.
—Bien, señorita More, siéntese, ¿tiene su currículum a mano? — pregunto intentando parecer profesional.
Ella me da sus referencias y me sorprendo de la corta experiencia laboral que tiene, a pesar de ello, no deja de defender sus aptitudes para el puesto.
—Por lo que veo nunca ha trabajado en este sector…
—No, pero mi padre era mecánico y yo le solía ayudar en la tienda, sé mucho más de lo que parece.
Me fijo en su rostro despreocupado, sus pecas y su media sonrisa oculta tras una mirada sombría. Hay algo en sus ojos, algo que me recuerda a mi dolor, algo que me hace aceptar su candidatura y empezar a trabajar con ella.
Su forma de trabajar tan contraria a la mía, empieza a crispar cuando veo un montón de restos de comida alrededor de su mesa de trabajo.
—¿Qué es todo esto? — pregunto enfado.
—Perdona, ayer me tiré toda la noche trabajando en el software basándome en los datos que me has dado y puede que pidiera un poco de pizza para cenar.
—¿Y estas chuches?
—¿Qué es una pizza sin chuches? — contesta sorbiendo de su refresco carente de líquido.
—Arregla tu lugar de trabajo — le ordeno nervioso.
Me pongo a trabajar en mi lado del despacho e intento no mirar la pila de bolsas de patatas fritas y restos de café de la rebosante papelera. Por algún extraño motivo, Rousi, ajena a la suciedad deja de trabajar y me mira.
Deduzco por su expresión que quiere preguntarme algo, pero no sabe cómo hacerlo.
—¿Por qué lo hace? — me pregunta.
—¿El qué?
—Esto — dice señalando nuestro proyecto.
—Porque no puedo vivir sin ella. Lo entenderías si te hubieras enamorado alguna vez — contesto aún enfadado por la suciedad — pero claro, los jóvenes de hoy en día no sabéis lo que es el amor.
—Sí que me he enamorado, de hecho sé más del amor de lo que se imagina. Sé lo que se siente cuando ves a esa persona, cómo se te acelera el corazón y cómo esperas su sonrisa por la mañana aunque en el fondo sepas que no te la va a devolver, ya que su corazón pertenece a otra persona — unas lágrimas empiezan a aparecer en su rostro y mi sorpresa me hace prestarla toda mi atención — Intentas por todos los medios hacer feliz a esa persona, porque sabes que está pasando por un mal momento. Aguantas sus malas caras y su desprecio y lo justificas. Sí, sé lo que es el amor, señor Caljun, la pregunta es si lo sabe usted.
Tras sus palabras, coge su cartera y sale corriendo por la puerta. Sé que le he hecho daño y aunque corro tras ella gritando su nombre ella no me escucha, tan solo desaparece tras la esquina más próxima.
Dado que mi proyecto está próximo de finalizar, decido terminarlo solo. Conecto los cables y contemplo orgulloso mi obra. El cuerpo robótico de mi difunta mujer cobra vida, es un robot, pero para mí es mucho más. Ella me mira al despertarse y me sonríe tal y como recordaba.
—Eres tú — me dice.
—Sí, soy yo mi vida — digo con lágrimas en los ojos.
Su aspecto imita a la perfección el de mi mujer y sus recuerdos, sus pensamientos, son un conjunto de datos metidos en una pequeña placa base.
—Pero si estoy muerta, ¿cómo es posible que esté aquí? — pregunta preocupada.
—Yo te he revivido, te he devuelto a la vida mi amor.
—¿Por qué?
—Porque no puedo vivir sin ti
—Nuestras vidas no nos pertenecen, de las cosas buenas, de las cosas malas, de todas se aprenden. El destino nos conduce por los ríos del crecimiento y todos desembocan en el mar de la sabiduría. Debes dejarme marchar, debes volver a amar y sobretodo te debes perdonar.
La energía se apaga y sus ojos se ensombrecen, mi paralizado proyecto descubre una verdad. Mi amor por mi mujer se apaga igual que el robot que diseñé como ella y otro sentimiento que creía dormido aparece por otra persona. Estoy enamorado de Rousi More.






Si te ha gustado…

Lo que no te mata te hace más fuerte y aunque sientas que tu mundo se desmorona, solo tú puedes hacer que cambie. Esta historia romántica también se puede traspasar a cualquier plano de la vida. Nunca creas que no puedes vivir sin algo, siempre hay otras opciones que te pueden hacer cambiar de opinión, depender de algo o de alguien puede volverte loco si lo pierdes.
Dicho esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!

Imagen sacada de: www.formulaenlosnegocios.com.mx

domingo, 11 de junio de 2017

El Virus

Fui de los últimos en comprarme una casa inteligente, el principal motivo fue porque en mi trabajo, estoy acostumbrado a ver las consecuencias de vivir en una casa donde todo está conectado.
Cuando la domótica se puso de moda, las casas normales y corrientes fueron desapareciendo. Tener una casa donde presumir de encender las luces con una palmada, que se active la música cuando estás en la ducha o subir las persianas con solo darle a un botón, era el colmo de la modernidad.

Poco a poco, mis vecinos se fueron mudando hasta que solo quedé yo en el edificio. Me tocó vender, para remodelar la casa de manera inteligente, tal y como quería el dueño. La casa en la que vivo ahora ha perdido la personalidad que tenía la antigua. Sin embargo, he de admitir que entiendo por qué la gente adora la domótica. Resulta muy cómodo poder cambiar de canal sin tener que levantarte a coger el mando distancia.
Imagen sacada de: www.nubit.es
Aunque también tiene sus desventajas, el que la nevera me avise cada dos por tres que no tiene leche, no es muy cómodo y más cuando a lo mejor tengo leche en la despensa que no quiero meter aún en el frigorífico.
Por otra parte, no cabe duda que el mayor problema de la domótica lo estoy viendo en el trabajo:
—¿Qué ha pasado? — pregunto al llegar a la comisaría.
—Una mujer ha venido a pedir una orden de alejamiento contra su ex-novio — me contesta el agente Díaz.
—¿Por qué motivo?
—Al parecer su ex-novio hackeó su casa y la acosaba constantemente, llegando incluso a hacerla una foto en la ducha a través de la radio de música de su servicio y colgando dicha foto en internet.
—¿Otro domocrimen? — pregunto poniendo los ojos en blanco.
—Eso parece, señor
—Muy bien, encárgate tú, agente Díaz.
—Sí, señor.
Entro en mi despacho y no tengo tiempo de quitarme el abrigo, unos hombres uniformados me estaban esperando.
—Caballeros — digo para llamar su atención.
Los dos hombres perfectamente vestidos con uniforme militar me saludan nada más verme.
—¿Agente Roberto Salas? — me pregunta uno de ellos.
—El mismo — confirmo mi identidad.
—Tiene que acompañarnos, señor
—¿Mi país me necesita? — intento bromear.
—Algo así.
La sorpresa me nubla el rostro, ¿qué pueden querer de mí unos militares como ellos? Decido obedecerles sin hacer más preguntas y ellos me llevan hasta el cuartel General, donde me explican la situación.
—Soy el General García — se presenta el superior — le hemos escogido porque es el que más sabe sobre la problemática de la domótica en nuestro país. Necesitamos que nos ayude con un problema que tenemos entre manos.
—¿De qué se trata? — pregunto incrédulo.
—Como ya sabrá, los ataques informáticos entre países se incrementan cada año, esto es básicamente una forma de probarse los unos a los otros, para saber qué debilidades y fortalezas pueden tener nuestros enemigos.
—Eso es cierto.
—Bueno, pues tenemos la teoría de que ahora mismo uno de esos países intenta atentar contra el nuestro y lo hará a través de la domótica.
—¿La domótica, señor? ¿Cómo?
—Toda la domótica está unida a internet, si hay un fallo informático, algo como un virus, afectará no solo a nuestros ordenadores, sino también a todas nuestras casas, dejándonos incomunicados. ¿Se acuerda de aquel fallo de electricidad a nivel general en Madrid?
—¿El de hace un par de meses? Sí, claro, hubo incluso un pequeño baby bom aquella noche.
—Pues digamos que ese ataque no fue algo inusual, fue planeado.
Los teléfonos empiezan a sonar y la gente nerviosa se mueve de un lado a otro, como si algo les asustara. La sala de mando está llena de ordenadores y en ellos puede verse un mapa geográfico de nuestro país lleno de puntos rojos que se multiplican a cada minuto que pasa.
—¿Qué está pasando? — pregunto al General alertado.
Uno de los soldados de los ordenadores se acerca al General aún con los cascos puestos:
—General, está pasando — le informa
—¿Daños? — pregunta el General.
—Por ahora la mitad el país y aumentando.
—¡Señor! — grita otro soldado desde su escritorio — ¡Me informan que el ejército enemigo está a nuestras puertas! ¡Acaban de entrar al país!
—¿Quién? — pregunto incrédulo — ¿quién nos invade?
—La Unión Asiática — me informa el General.
Las luces se apagan justo en ese momento y los ordenadores se nublan. El virus informático nos ha alcanzado. Las puertas de las casas se cierran automáticamente e impiden a la mayoría de los ciudadanos huir. Los coches no arrancan, las tiendas están cerradas y todos aquellos objetos cuyo funcionamiento está unido a internet se para.
La Unión Asiática apenas obtiene resistencia, la invasión se hace total.









Si te ha gustado…

He escrito este relato pensando en el suceso que ha pasado hace unas semanas, en el que internet cayó por un ataque informático. Se me ha ocurrido pensar en qué pasaría si todo lo que nos rodea estuviera conectado a internet: las casas inteligentes, los coches…
Con un simple ataque informático todo podría terminarse y sería una buena forma para acabar con un país y someterlo de la manera menos indolora posible.
Esta historia es un relato de ciencia ficción, ¿verdad?
Dicho esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!
Imagen sacada de: jupersl.com