Ella
solo piensa en respirar, sin ser capaz de abrir los ojos. El problema es que es
imposible centrarse únicamente en eso. Ya que un paso basta para desencadenar
un dolor y dependencia insoportables. A la vez que él recorre la oscuridad
buscando mitigar el descontrol.
Él
puede olerlo en las manos, en el pecho, en el estómago. Mientras corre derrotado,
siente la garganta en llamas. Esa conocida sensación que sabe, de una manera u
otra, que no le abandonará nunca.Aunque intente una y mil veces sofocarla con
litros y litros de ese hierro azucarado que tanto le ahoga por dentro.
En cambio ella
fantasea con las infinitas opciones de haber evitado dormitaren el lugar donde está.
Caminando por su propia cuenta para conseguir ignorar que él, aun recorriendo
caminos a la carrera, está encerrado en contra de su voluntad y pidiendo por más.Mientras
ella también corre, pero a su manera.Recuerda como ellos disfrutaban con el
aire fresco y el agua limpia, sin sabor.Como podían cantar y gritar claramente
y sin gruñir… Deseando olvidar su adicción por el hierro y el azúcar.
Todo
por culpa de un simple pozo. Aquella puerta hacia el reino de Hades. Aquel
famoso pozo que estaba prohibido para las personas vivas, obedientes y sin
curiosidad. Personas aparentemente iguales a lo que solía ser. Exceptuando mi
curiosidad, que se veía alimentada cada noche hacia aquella insignificante
apertura en la tierra.
No me importaron las
continuas advertencias, amenazas y ni mucho menos los Trasegadores que todas
las noches recorrían ciegos y sedientos cada camino. Mi padre fue un ejemplo de
que no se podían romper las normas así como así. Cada acto tenía un precio, una
consecuencia.
Mi
padre era lo único que tenía. Él fue el responsable de alimentar cada día mi
curiosidad con cada una de sus historias. Historias que repetía a todo el mundo
sin cesar, sin miedo. Pero todas las noches, mientras los Trasegadores
recorrían los senderos,solo a mí me contaba lo que ellos no querían que
supiéramos. Se posaba en una rodilla al pie de mi cama y, mientras me
acariciaba la mejilla, me susurraba cada palabra como si le quemara en la
garganta. A la vez que yo solo podía mirarle a los ojos. Unos ojos tan
distintos entre sí por culpa de su brillante cicatriz. Un corte limpio y sin
dudas, no muy profundo, que los atravesaba horizontalmente pero que no le
impedía que me mirasen con dureza. Unos ojos que contrastaban con el cariño de
su mano en mi cara. Tal era su forma de traspasarme que parecía que me castigara
y recompensara al mismo tiempo. Sin llegar a saber nunca que era lo que quiso
de mí…
Y
así un día me desperté sin él, sin sus sonrisas por las mañanas y sus miradas
por las noches. Únicamente me quedó el precio que pagó. La consecuencia de
infravalorarlos. El brazo, con el que acompañaba los susurros con mimos todas
las noches, me esperaba en el umbral de nuestra puerta.
Sin
embargo, tras días y días sin él, en una noche cualquiera salí hacia el dichoso
pozo sin saber realmente porque. Mi mente recuerda haber tenido innumerables
excusas en aquella oscuridad, pero ninguna lo suficientemente pesada para retirarme
de la misión. Y mi cuerpo así lo hizo… Anduve despacio, con cuidado de donde
ponía los pies. No quería hacer ruido, no quería tener que entrar en una
carrera contra un Trasegador. Podía ser curiosa pero no tan estúpida. Ya que podía
imaginarme claramente cuál sería el resultado. Sin embargo toda precaución fue poca...
Tras
el desangrado, mi encierro y transformación se lo tomaron con paciencia. Se
aprovecharon de mi miedo abrir los ojos, temiendo cada pasó de la sombra tras
mi celda. Consiguieron, no sé cómo, que los mantuviera cerrados todas y cada
una de las noches. Separando mente, espíritu y alma de mi cuerpo impaciente. Aunque
me temo que sí sé cómo alcanzaron mi desesperación por el hierro azucarado.
Noto
como ella vuelve, se relaja tras beber con ansia cada recuerdo. A la vez que él
trasiega la sangre de quien quiera que tenga bajo sus pies.Ella no sabe cómo ha
llegado hasta ahí, cómo él le ha dado caza. Pero apenas le importa, simple y
sencillamente le da igual. La sangre la calma, parece curar heridas abiertas.
Tendiendo puentes inexistentes con su sabor dulce, metálico, como a hierro
forjado. Pero desgraciadamente la noche es larga y,para él, nunca suficiente.
Una
figura desdibujada, eso fue lo último que mi mente recuerda haber visto con sus
propios ojos bien abiertos.Un Trasegador. No había visto nunca ninguno pero no
me equivocaba, no podía hacerlo. Me sostuvo por el cuello con su único brazo,
enmudeciéndome de golpe. Después solo pude sentir dolor. Su mano me aferró la
cabeza, abarcándola casi por completo y sin cuidado alguno. Obligándome a
desviar la vista de sus dedos ennegrecidos por la sangre seca. Pero antes del
golpe que lo
terminaría todo, sus ojos cerrados brillaron gracias a la luna, la pena y su
cicatriz.
Si te ha gustado…
Mónica, nuestra misteriosa escritora de la
Nebulosa de Historias, vuelve a sorprendernos esta vez con un relato
inquietante de Halloween. El estilo único y sorprendente del relato nos
envuelve en un halo de misterio, ¿qué es un Trasegador? ¿qué hay dentro de ese
pozo? Todos estos aspectos, tal y como nos dice su escritora, se dejan a la
imaginación del lector, ya que muchas veces es peor lo que nos imaginamos que
la realidad.
Dicho esto, espero que os
haya gustado el relato y que dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al
respecto.
Y un saludo de Silvia!!
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