domingo, 4 de noviembre de 2018

Cuerpo y Mente, Descontrol y Adicción

Ella solo piensa en respirar, sin ser capaz de abrir los ojos. El problema es que es imposible centrarse únicamente en eso. Ya que un paso basta para desencadenar un dolor y dependencia insoportables. A la vez que él recorre la oscuridad buscando mitigar el descontrol.
Él puede olerlo en las manos, en el pecho, en el estómago. Mientras corre derrotado, siente la garganta en llamas. Esa conocida sensación que sabe, de una manera u otra, que no le abandonará nunca.Aunque intente una y mil veces sofocarla con litros y litros de ese hierro azucarado que tanto le ahoga por dentro.
En cambio ella fantasea con las infinitas opciones de haber evitado dormitaren el lugar donde está. Caminando por su propia cuenta para conseguir ignorar que él, aun recorriendo caminos a la carrera, está encerrado en contra de su voluntad y pidiendo por más.Mientras ella también corre, pero a su manera.Recuerda como ellos disfrutaban con el aire fresco y el agua limpia, sin sabor.Como podían cantar y gritar claramente y sin gruñir… Deseando olvidar su adicción por el hierro y el azúcar.


Todo por culpa de un simple pozo. Aquella puerta hacia el reino de Hades. Aquel famoso pozo que estaba prohibido para las personas vivas, obedientes y sin curiosidad. Personas aparentemente iguales a lo que solía ser. Exceptuando mi curiosidad, que se veía alimentada cada noche hacia aquella insignificante apertura en la tierra.
No me importaron las continuas advertencias, amenazas y ni mucho menos los Trasegadores que todas las noches recorrían ciegos y sedientos cada camino. Mi padre fue un ejemplo de que no se podían romper las normas así como así. Cada acto tenía un precio, una consecuencia.
Mi padre era lo único que tenía. Él fue el responsable de alimentar cada día mi curiosidad con cada una de sus historias. Historias que repetía a todo el mundo sin cesar, sin miedo. Pero todas las noches, mientras los Trasegadores recorrían los senderos,solo a mí me contaba lo que ellos no querían que supiéramos. Se posaba en una rodilla al pie de mi cama y, mientras me acariciaba la mejilla, me susurraba cada palabra como si le quemara en la garganta. A la vez que yo solo podía mirarle a los ojos. Unos ojos tan distintos entre sí por culpa de su brillante cicatriz. Un corte limpio y sin dudas, no muy profundo, que los atravesaba horizontalmente pero que no le impedía que me mirasen con dureza. Unos ojos que contrastaban con el cariño de su mano en mi cara. Tal era su forma de traspasarme que parecía que me castigara y recompensara al mismo tiempo. Sin llegar a saber nunca que era lo que quiso de mí…
Y así un día me desperté sin él, sin sus sonrisas por las mañanas y sus miradas por las noches. Únicamente me quedó el precio que pagó. La consecuencia de infravalorarlos. El brazo, con el que acompañaba los susurros con mimos todas las noches, me esperaba en el umbral de nuestra puerta.
Sin embargo, tras días y días sin él, en una noche cualquiera salí hacia el dichoso pozo sin saber realmente porque. Mi mente recuerda haber tenido innumerables excusas en aquella oscuridad, pero ninguna lo suficientemente pesada para retirarme de la misión. Y mi cuerpo así lo hizo… Anduve despacio, con cuidado de donde ponía los pies. No quería hacer ruido, no quería tener que entrar en una carrera contra un Trasegador. Podía ser curiosa pero no tan estúpida. Ya que podía imaginarme claramente cuál sería el resultado. Sin embargo toda precaución fue poca...
Tras el desangrado, mi encierro y transformación se lo tomaron con paciencia. Se aprovecharon de mi miedo abrir los ojos, temiendo cada pasó de la sombra tras mi celda. Consiguieron, no sé cómo, que los mantuviera cerrados todas y cada una de las noches. Separando mente, espíritu y alma de mi cuerpo impaciente. Aunque me temo que sí sé cómo alcanzaron mi desesperación por el hierro azucarado.

Noto como ella vuelve, se relaja tras beber con ansia cada recuerdo. A la vez que él trasiega la sangre de quien quiera que tenga bajo sus pies.Ella no sabe cómo ha llegado hasta ahí, cómo él le ha dado caza. Pero apenas le importa, simple y sencillamente le da igual. La sangre la calma, parece curar heridas abiertas. Tendiendo puentes inexistentes con su sabor dulce, metálico, como a hierro forjado. Pero desgraciadamente la noche es larga y,para él, nunca suficiente.

Una figura desdibujada, eso fue lo último que mi mente recuerda haber visto con sus propios ojos bien abiertos.Un Trasegador. No había visto nunca ninguno pero no me equivocaba, no podía hacerlo. Me sostuvo por el cuello con su único brazo, enmudeciéndome de golpe. Después solo pude sentir dolor. Su mano me aferró la cabeza, abarcándola casi por completo y sin cuidado alguno. Obligándome a desviar la vista de sus dedos ennegrecidos por la sangre seca. Pero antes del golpe que lo terminaría todo, sus ojos cerrados brillaron gracias a la luna, la pena y su cicatriz.




Si te ha gustado…

Mónica, nuestra misteriosa escritora de la Nebulosa de Historias, vuelve a sorprendernos esta vez con un relato inquietante de Halloween. El estilo único y sorprendente del relato nos envuelve en un halo de misterio, ¿qué es un Trasegador? ¿qué hay dentro de ese pozo? Todos estos aspectos, tal y como nos dice su escritora, se dejan a la imaginación del lector, ya que muchas veces es peor lo que nos imaginamos que la realidad.
Dicho esto, espero que os haya gustado el relato y que dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.

Y un saludo de Silvia!!


No hay comentarios:

Publicar un comentario