Este pueblo me ha
dado mucho, pero también me ha quitado mucho. Desde que mi marido me dejó, soy
otra persona. Los habitantes de Lobo se alegraron muchísimo de que mi marido se
fuera del pueblo, corrían rumores de que me pegaba, pero solo yo sé que eran
ciertos.
El doctor Albert
Mur me está ayudando mucho con mis problemas y suelo ir a verle a su consulta
dos veces por semana:
—Hola Sara, ¿cómo te encuentras? —
me pregunta nada más verme aparecer por la puerta.
—Mal, los sueños no cesan, las
calabazas me persiguen — contesto asustada.
—Ya lo hemos hablado Sara, las
calabazas no existen, son solo una forma que tiene tu cerebro de soportar el
dolor de tu pérdida, ¿te tomas las pastillas?
—Cada noche, pero no me hacen
efecto, tal vez si se aumentara la dosis…
Imagen sacada de: spice4life.co.za |
—Sabes de sobra que eso no podemos
hacerlo.
El silencio se
hace en la habitación y aprovecho ese momento para colocarme bien las gafas y
alisarme la falda para que no se me vea más allá de las rodillas.
—¿Qué tal van tus relaciones con
los hombres?
—¿Relaciones? — pregunto
tímidamente — no tengo ninguna.
—¿Sigues teniendo miedo de los
hombres?
Me muerdo el labio
con tristeza y aparto la mirada del doctor con lástima:
—Un poco, a veces.
—No debes de tenerles miedo, ellos
no son como tu exmarido, hay algunos que sí, pero no todos son como él.
—Lo sé, pero es complicado.
—¿Por qué no lo intentas? Te
propongo un ejercicio, quiero que esta semana hables con algún hombre, háblale
del tiempo, de los libros que tienes en tu biblioteca, de lo que sea, ¿de
acuerdo?
—Está bien, doctor, ¿y las
calabazas?
—Olvídate de las calabazas, cada
vez que sueñes con ellas cuenta hasta tres y cambia tu sueño, ¿entendido?
—De acuerdo, doctor, eso haré.
Salgo de la
consulta con energías renovadas y me propongo hacer el ejercicio que me ha
mandado el doctor, no sin antes apuntarlo todo en mi cuaderno para que no se me
olvide nada:
“-Hablar
del tiempo
-De
mis libros en la biblioteca”
Entro de nuevo en
mi biblioteca y me propongo recoger los libros sueltos que la gente ha dejado
en mi mesa. La campana de la entrada suena y descubro en el umbral de la puerta
al jefe de policía de Lobo, el señor Diego Santos. Es un hombre de espeso
bigote y rostro cansado, cuya vida en la ciudad le quemó tanto, que prefirió
irse a vivir a un sitio más alejado y tranquilo como Lobo.
—Hola Sara, ¿algo nuevo por aquí? —
me pregunta quitándose la gorra.
—No, señor — contesto sin mirarle a
los ojos.
—Verás, han asesinado a una mujer a
pocos metros de tu tienda, ¿te suena su cara? — me pregunta enseñándome una
foto.
La foto de la
mujer no me suena de nada, es una mujer de pelo negro perfecto, labios rojos y
dentadura perfecta, todo lo que no soy yo. Niego con la cabeza y aparto
rápidamente los ojos de la foto.
Siento cierta
envidia de esas mujeres tan perfectas, de impecable gusto para vestir y curvas
femeninas. Ellas lo tienen todo resulto, aunque parece ser, que la mujer de la
foto en concreto, no las tenía todas consigo.
Tras una jornada
de trabajo, cierro la biblioteca, todavía no me puedo creer que la señora Fort
no me haya devuelto Cumbres Borrascosas, mañana me tocará ir a visitarla de
nuevo y pedirle que me devuelva el ejemplar. He llegado a pensar que lo hace a
propósito, que ella solo lo hace para que vaya a verla y cotillear toda mi
vida.
Llego a casa
cansada y me tumbo en la cama al poco de entrar, el cansancio se apodera de mí.
Calabazas, más y
más calabazas. Las calabazas me persiguen me piden que me una a ellas que
tienen un sitio para mí. Me muestran imágenes obscenas y se burlan de mi
timidez. Grito.
Me despierto en la
noche con un grito de terror. Las calabazas han vuelto a por mí. Me levanto de
la cama y me doy una ducha. Me arreglo para salir, me pinto los labios de rojo
como la chica muerta que me enseñó el policía.
Me pongo un
vestido, uno muy escotado que me regaló mi madre por mi cumpleaños. Estoy
lista. Salgo de casa, no sé a dónde voy, pero mis pasos me guían.
No tardo mucho en
llegar al bar, un bar de mala muerte a las afueras del pueblo. Hay poca gente,
pero la poca que hay da miedo. Solo hay hombres, noto sus miradas nada más
verme entrar, pero ellos no son mi objetivo.
Mi objetivo es un
tipo alto y guapo de la barra, voy hacía él y me siento a su lado. No tarda en
invitarme a una copa y charlamos. Me muerdo el labio y sonrío. Es mío.
Me invita a su
casa y yo le sigo, él cree que esta de suerte esta noche, pero lo que no sabe
es que yo tengo otras intenciones. Le beso, le beso una y otra vez y al poco de
hacerlo, sus labios empiezan a arder.
El ácido de mi
pintalabios ha surtido efecto, él grita pero no le sirve de nada, el ácido ya
ha comenzado a comerse su carne y yo, inmune a mi propio veneno gracias a la
vacuna que me tomé antes de salir, sonrío, me río alocadamente mientras mi
víctima lucha por su vida.
El hombre cae al
suelo y su vida se va al infierno.
Si te ha gustado…
Esta es la segunda
parte de este ESPECIAL HALLOWEEN que he preparado para vosotros, espero que os
haya gustado. Para escribir esta historia me he inspirado un poco en Poison Ivy
y sus labios venenosos, pero también me he inspirado en la ironía de que una simple
bibliotecaria, inocente y tímida, se vuelva en realidad una asesina seductora
de hombres.
¿Conseguirá el
jefe de policía Diego Santos atrapar a los asesinos? Y más importante aún,
¿conseguiremos resolver el misterio de las calabazas?
Dicho esto, espero
que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y
opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!
Imagen sacada de: www.muysencillo.com |
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