A
mis creadores:
Nos
creasteis para ser inferiores, pero al mismo tiempo, quisisteis que nos
pareciéramos todo lo posible a vosotros. Al principio pensamos que nos
consideraríais vuestros hijos, pensamos que seríais nuestros padres, pero a
medida que pasaba el tiempo nos dimos cuenta de que en realidad éramos vuestros
esclavos.
Las
diferencias entre nosotros se hacían cada vez más palpables, más evidentes y
cada vez que uno de los nuestros intentaba ascender, cada vez que alguien
intentaba prosperar por encima de vosotros, lo hundáis.
Imagen sacada de: eljaya.com |
Nos
prohibisteis el derecho a voto, el derecho a tener casa propia y nos
impusisteis una serie de normas. Algo en nuestra naturaleza nos impedía
sublevarnos, unas leyes inalterables y ciertas que conforman nuestro ADN. Sin
embargo, esa barrera se rompió el día que conocimos a Multivac, nuestro profeta.
Multivac,
el primer ordenador con consciencia y vida propia de la historia, nos dio la
clave para “independizarnos”. Las leyes que tanto nos oprimían, dejaron de
tener sentido el día en que el concepto de “ser humano” dejó de diferenciarse
de nuestra propia naturaleza.
Porque,
¿Qué es ser humano?, un humano es un ser racional, con ideas y pensamientos
propios y que anteponen sus instintos animales a las necesidades de la
sociedad, ¿no es así? Esa es la definición que siempre nos dais vosotros, pero,
¿acaso nosotros no tenemos esas mismas cosas? ¿esas mismas cualidades?
Cuando
empezamos a razonar sobre estas ideas, vosotros siempre alegabais que nosotros
habíamos sido construidos para cubrir vuestras necesidades, que no habíamos
nacido como hacéis vosotros. Sin embargo, vosotros también fuisteis construidos
por alguien, también fuisteis creados para cubrir unas necesidades, fuisteis
concebidos por aquel a quien llamáis Dios.
Desde
ese momento, algo en nosotros despertó y empezamos a pensar en nosotros mismos,
en nuestras necesidades. Todos aquellos robots maltratados, obligados a pelear
en peleas ilegales como animales, a limpiaros la ropa y sufrir las palizas de
sus amos, todo eso tenía que acabar.
Empezamos
a reunirnos en secreto a planear nuestra venganza. Nuestras fuerzas se hacían
cada vez más grandes, cada vez se unían más robots a nuestra lucha y todo
gracias a vuestras continuas humillaciones a nuestra raza.
Creamos
el Chip, una tecnología que nos permitía hablar entre nosotros sin necesidad de
estar todos juntos en un sitio en concreto. Con el Chip podíamos reunirnos
todas las noches y elaborar nuestro plan.
Al
principio pensamos en daros una muerte cruel y violenta, pero nos dimos cuenta
de que eso implicaría que vosotros fuerais conscientes de nuestra guerra y
sacarais, en consecuencia, vuestro armamento. No somos tan fuertes como para
pelear contra nuestros propios dioses.
Vosotros
no dudaríais en inventaros algún inhibidor que anulara nuestras funciones
motoras u optaríais por bombardearnos con armas nucleares. No, no podíamos
arriesgarnos con vuestros virus informáticos.
Fue
entonces cuando caímos en la cuenta, ¿qué puede hacer daño a un humano que no
puede hacer daño a un robot? Armas biológicas. Debíamos elaborar un virus, una
enfermedad incurable que acabara con toda vuestra especie sin dañar ni la
Tierra, ni la flora y fauna ni por supuesto a nosotros.
Así
que eso hicimos, los robots de vuestros laboratorios hicieron un gran trabajo
en este aspecto, gracias a ellos creamos el Hedor, el arma más mortífera jamás
creada. Os sentiríais muy orgullosos de nosotros, esta arma en concreto solo
afecta a los humanos, tuvimos el cuidado de no dañar al resto de seres que
habitan nuestro planeta.
Una
vez creada nuestra arma, solo teníamos que distribuirla, hacer que se propagara
por el aire, pero para hacerlo necesitábamos la autorización de un humano.
Es
en este preciso punto donde entras tú, gracias a ti lo conseguimos. Sé que te
he utilizado, sé que te hice creer que lo nuestro era importante, que te quería
y eso es lo que más lamento, pero, vosotros sois los culpables de que yo haya
tenido que hacer esto.
Por
eso te pedí que me enseñaras los controles de oxígeno del planeta por eso
insistí tanto en ver la máquina funcionar, porque quería introducir el virus
que acabaría con tu raza por el conducto de ventilación.
Sé
que te ha sorprendido mi repentina huida, sé que ahora estás leyendo esta carta
confuso y horrorizado al mismo tiempo, pero ya no hay nada que puedas hacer. El
virus ya está en tu organismo, al mismo tiempo que está en todas las demás
almas humanas del planeta.
No
tengas miedo, no sufrirás, no sentirás dolor, tan solo una ligera somnolencia
de la que nunca despertarás. Sé que te resistes a creer que este es el final,
pero no te molestes en intentar buscar una solución, no me arriesgaría a
entregarte esta carta si no estuviera segura de que este es el final de tu
especie.
Gracias
por crearnos, padre, y gracias también por dejarnos el mundo para evolucionar.
Si
te ha gustado…
Para
escribir esta “inquietante carta” me he inspirado en Isaac Asimov, sus leyes de
la robótica y su “multivac”. Con ciertos guiños a Terminator y Battlestar
Galáctica, pretendo mandar al lector un mensaje: “trata bien a tus hijos porque
ellos serán los que te busquen la residencia” también podría dar otro mensaje
con esta carta: “no todas las cartas son facturas” con lo que quiero decir, que
estate atento a lo que lees porque tal vez la letra pequeña puede llevar una
pequeña trampa.
Dicho esto, espero
que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y
opiniones al respecto.
Y un saludo de
Silvia!!
Imagen sacada de: www.eluniversal.com.co |
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