Otro
año más al lado de este pastor inútil, ¿quién en su sano juicio le dijo que
hacían gracia sus chistes malos? Cada año pido y suplico que me cambien de
sitio, pero no hay manera, siempre acabo al lado de sus apestosas ovejas que no
paran de cagarse por todos lados.
—¡Eh
David! ¿se puede saber qué te pasa? ¡alegra esa cara que es Navidad! — me dice
mi amigo Ismael.
—¡Otro
año más al lado de este payaso y dejo que los romanos me maten! — contesto.
—David,
piensa que podría ser peor… ¡mira a ese pobre de ahí! — me dice señalando a uno
de los hombres de la aldea.
Miro
en la dirección que su mano me indica y frunzo el ceño al descubrir al
desgraciado del pueblo.
—¿Te
refieres al Cagón? — pregunto.
—¡Sí!
Ese pobre se pasa todas las navidades en cuclillas, enseñando el culo a todo el
mundo, ¡es el hazmerreír de todos!
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Mi
ceño se torna en tristeza y mis hombros se relajan al ver al pobre desdichado
que nunca termina de cagar.
—¡Ayudarme! — suplica en la lejanía.
Pienso
en su situación y luego en la mía y llego a la conclusión de que no es justo
para ninguno de los dos.
—¡Me
da igual! — le grito a Ismael — sí, es cierto, lo suyo es una injusticia, pero
lo mío también y no pienso quedarme de brazos cruzados esta vez.
—Pero…
— me mira sorprendido mi amigo — ¿y qué vas a hacer?
—Cuando
los dioses no miren, cuando las estrellas se apaguen y el sol caiga, me moveré.
—¿Moverte?
¿estás loco? ¡los dioses lo descubrirán! Y ¿a dónde irías?
—Quiero
ver a Eva
—¿La
pastorcilla del río?
Eva,
la pastorcilla más guapa de toda la aldea, la que siempre observo, pero nunca
me atrevo a hablar con ella, siempre está lavando la ropa en el río y ocupada
con las tareas que su padre, el herrero, le pide.
Ella
es guapa, de cabellos dorados como el sol y ojos azules como los zafiros, ella
es Eva.
—De
este año no pasa Ismael, este año es mi año y juro por los dioses que
conseguiré hablar con ella.
Mi
amigo trata de convencerme de que no lo haga, pero ya es tarde, está decidido y
no hay nada que pueda hacerme cambiar de opinión.
Tal
y como predije, el sol de apaga y al hacerlo, aprovecho mi ocasión:
—¡Eh
David! ¿quieres oír algo gracioso? — me pregunta el insoportable ovejero.
—Ahora
no Gabriel — contesto algo malhumorado.
Me
abro paso entre la gente, que me observa sorprendida y aparta a sus animales de
mi camino. Nadie ha hecho nunca nada tan aventurado como lo que estoy haciendo
yo ahora mismo y al llamar tanto la atención, no tardan los romanos en pararme.
—¡Alto
ahí granjero! — me para el soldado — ¿a dónde te crees que vas?
—No
busco pelea señor, tan solo quiero atravesar la aldea.
—¿Para
qué? — me pregunta poniendo la mano en la empuñadura de su espada.
—Asuntos
personales — trato de eludir la pregunta.
—Muy
bien, pues si quiere pasar, tendrá que pagarnos diez denarios.
—No
tengo dinero — confieso.
—Pues
entonces no le podemos dejar pasar.
Empujo
al soldado de manera instintiva y echo a correr por el campo de hortalizas,
oigo como la guardia me sigue y grita furiosa, pero la ignoro, estoy tan cerca
de mi objetivo que no me puedo echar atrás ahora.
Unas
gallinas salen despavoridas al pasar corriendo por su lado y cacarean
malhumoradas tras los pasos de los romanos. Los asnos rebuznan y más de un
pastor se asoma por la ventana al escuchar el escándalo de los soldados tras de
mí.
A
pesar de lo cerca que estoy de conseguirlo, la guardia me alcanza y me mete en
prisión antes de que acabe la noche, no tengo modo de volver, así que decido
esperar en mi celda hasta que la noche caiga de nuevo.
Los
Dioses despiertan…
—¡Pablo!
¿has vuelto a mover las figuras del Belén? — dice malhumorada la Diosa madre.
—Yo
no he sido, mamá.
—Te
he dicho un millón de veces que con estas figuras no se juegan, son muy
delicadas cielo, venga, dejemos al granjero en su sitio, ¿vale? ¡y no lo
vuelvas a mover!
—¡Pero
mamá yo no he sido!
—¡Basta
Pablo! dejémoslo estar, ¿de acuerdo?
—Sí,
mamá.
La
oscuridad nubla los bosques, las casas se iluminan y solo se escucha el
gorgoteo del río, es mi oportunidad.
Me
muevo con sigilo, obviando la ruta que cogí la noche anterior y evitando a la
patrulla. Me cuelo por los campos y llego a un establo, está sorprendentemente
iluminado y lleno de gente, todos observan a un niño, un bebé.
Trato
de rodear el establo y el ruido del agua se hace más fuerte. Allí está, la
pastorcilla, la mujer más guapa que jamás he visto. Se gira, levanta la cabeza
y me mira extrañada.
—Me
llamo David — me presento con torpeza.
—Eva.
Las
luces se encienden de pronto, ya es de día y es muy tarde para volver a mi
sitio. La Diosa Madre vuelve a aparecer, pero esta vez con un trapo para
limpiar.
—¡Ains
este Pablo lo ha vuelto a hacer! ¡otra vez ha vuelto a mover al granjero de su
sitio!
Me
eleva por los aires unos instantes e intercambia brevemente una mirada con la
pastorcilla y conmigo.
—Aunque,
pensando mejor — dice para sí — tampoco queda tan mal ponerlo al lado de la
pastorcilla.
Vuelve
a dejarme donde estaba y continua con su limpieza rutinaria, sin embargo, para
mí ya es distinto, para mí es mi es un sueño cumplido, un sueño de Navidad.
Si
te ha gustado…
Este
relato quiero dedicárselo a mi madre, dado que fue ella quien me dio la idea
para escribirlo. ¿Quién no ha jugado alguna vez con las figuras del Belén? Yo,
lo hacía siempre, así que me pareció divertido hacer un “Toy Story” navideño.
Espero
que te haya gustado y sobretodo que te haya hecho reír. En estas fechas hay que
estar unidos y en familia y ese es el verdadero espíritu de la Navidad.
Dicho
esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros
comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y
un saludo de Silvia!!
Imagen sacada de: www.youtube.com |
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