Han pasado dos
años desde la invasión. Nuestro mundo se encuentra ahora bajo el yugo de los
Afrorians, una raza alienígena cuyo objetivo es someternos. Quieren nuestra
tierra, pero también nos quieren a nosotros.
La resistencia no
deja de hacer estragos en sus defensas, pero eso no es suficiente, no dejamos
de ser una mosca luchando contra un león. Muchos de nosotros nos hemos rendido
y nos conformamos con servir a los Afrorians a la vez que seguimos con nuestras
vidas. Yo soy una de esas personas, luchar contra los Afrorians dejó de tener
sentido cuando perdimos la guerra.
Trabajo en el
aserradero a las afueras de Madrid. Nuestros jefes quieren que talemos todos los
árboles de la zona para construir uno de sus “frobisers”, un lugar donde guardan sus huevos y sus crías. Ya queda
menos para terminar nuestra jornada y mi compañero Pedro se empieza a
impacientar:
Imagen sacada de: www.kabbalah.info |
—Ya ha pasado más de media hora
desde que sonó la campana, deberíamos irnos ya y sin embargo, aquí seguimos. —
dice mientras corta con el hacha los árboles talados.
—No te impacientes Pedro, ya nos
dirán cuando podemos parar — le susurro.
—Todo esto, ¿no te huele mal?
—¿Qué quieres decir?
—Nunca nos dejan trabajar después
de sonar la campana, se están saltando sus propias reglas.
—Ya — contesto pensativo — tendrán
sus motivos…
—Yo te diré cuáles son esos
motivos, no estamos talando árboles para que construyan un frobiser, van a
construir otra cosa.
Me da un vuelco el
corazón, ¿cómo no me había dado cuenta antes? El procedimiento que están
teniendo los Afrorians respecto a este sitio no es normal.
—Piénsalo — insiste mi amigo — ¿por
qué iban a construir un frobiser a las afueras de la ciudad? ¿por qué tanta
vigilancia? ¿por qué estos horarios tan extraños de trabajo?
—Tienes razón — digo mirando al
guardia más cercano — pero, ¿qué querrán construir?
—Un campo de exterminio
Miro atónito a
Pedro por un instante mientras él continúa talando árboles y es en ese momento
cuando uno de los guardias Afrorians se da cuenta que he dejado de trabajar y
me pega con su látigo de púas. Continúo trabajando para evitar más golpes y le
hago a Pedro la gran duda que corre por mi cabeza:
—¿Cómo sabes eso?
—Porque soy de la resistencia — me
susurra.
Aunque nunca me lo
había confesado, yo ya lo sospechaba por sus partidas nocturnas y su forma de
pensar. Echo un vistazo a nuestro alrededor y rezo porque nadie le haya
escuchado esa confesión. Seguro de seguir siendo imperceptible por nuestros
amos, continúo con la conversación:
—¿Por qué iban a querer construir
un campo de exterminio?
—Porque ya hemos hecho todo lo que
querían, hemos construido su ciudad y su forma de vida en la Tierra, ahora lo
que necesitan es espacio, muchos se quedarán para seguir siendo sus esclavos,
pero el resto no somos necesarios, necesitan reducir nuestra población para
incrementar la suya.
—¿Por qué me cuentas esto ahora?
—Porque te necesitamos, la
resistencia te necesita.
Por algún extraño
motivo, ya sospechaba que me diría eso, por lo que no me pilla de sorpresa
cuando sus labios pronuncian las palabras. Si lo que dice es cierto, yo seré
una de esas víctimas del campo de exterminio y eso no lo pienso permitir.
—¿Qué queréis que haga?
—Queremos que destruyas su base.
Trabajas para el líder Kal como su ayuda de cámara, queremos que lo mates y
vueles su palacio.
—Eso destruirá a los Afrorians.
—¡Exacto!
—Contad conmigo.
Como cada noche,
el líder Kal me llama para que vaya a sus aposentos y le ayude a cambiarse. Sin
embargo esta noche, aparte de llevar las toallas también llevo un cuchillo, que
no dudo en clavárselo cuando está de espaldas. Preocupado miro hacia la puerta
donde los guardias custodian la puerta, pero éstos no han oído nada del
apuñalamiento de Kal.
Huyo por la puerta
del servicio y me muevo entre los muros hasta llegar al corazón del palacio,
las mazmorras, llenas de tesoros, del líder Kal. Preparo los explosivos, las
cargas y rezo porque nadie se de cuenta de mi presencia, pero al rato descubro
que no es así. Un afrorian me observa escondido tras una pila de oro.
—Lo siento — empiezo a decir muerto
de miedo.
—Eres como yo — dice acercándose.
—¿Perdón?
—Cada raza, cada especie, tiene las mismas almas, tu alma tiene un
equivalente en gato, en perro, en pájaro y también en afrorian. Tu carácter, tu
personalidad, todo lo que te hace ser tú, está clonado en cada especie del
universo y yo soy tu clon afrorian.
De repente me fijo
en que el afrorian tiene un tic en el ojo, el mismo tic que yo tengo desde que
era pequeño.
—¿Cómo es posible? — pregunto
confuso.
—Tal vez estamos condenados a
repetir siempre nuestra historia, nosotros os conquistamos a vosotros porque
habían invadido nuestro mundo, tal vez vosotros le hagáis lo mismo a otra
especie y tal vez encuentres a tu clon allí y así el ciclo de la vida
permanecerá intacto.
El contador de los
explosivos está a punto de llegar al cero, el tiempo se acaba y tengo que salir
de aquí.
—Vete — me dice el afrorian — yo me
encargaré de que esto explote.
Sin mirar atrás,
sin reflexionar, salgo corriendo del palacio y a metros de distancia de él, veo
como explota y arde en el infierno del que fue creado. Tal vez tenemos más en
común con los afrorians de lo que pensamos y tal vez podamos usar eso, para
cambiar el curso de la historia.
Si te ha gustado…
He escrito esta
historia pensando en que tal vez exista un número límite de almas y esas almas
están replicadas en cada especie del universo. Si ese fuera el caso, podemos
llegar a la conclusión de que podemos llegar a conocer a cada especie tanto
como conocemos a la nuestra y si hacemos daño a alguna de esas especies, no
solo les afectará a ellos, sino también a nosotros y a nuestras almas.
Dicho esto, espero
que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y
opiniones al respecto.
Y un saludo de
Silvia!!
Imagen sacada de: www.india.com |
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