Ocurrió así, un
día como cualquier otro, nació el primer niño púrpura, los llamaron así por sus
ojos, de un morado tan intenso que asustaba. Al principio a nadie le preocupaba
el problema de los Púrpura, tan solo eran niños con el Síndrome de Alejandría.
Sin embargo, la
gente se empezó a preocupar cuando la población Púrpura aumentaba. Los
científicos investigaron este fenómeno y buscaron la causa de su origen. Muchos
dijeron que se trataba de un tema alimenticio y que no había por qué
preocuparse, pero yo no me lo creí.
Una noticia
alarmante lleno las páginas de los periódicos, los Púrpura tenían habilidades
especiales. Cuando los niños de ojos morados crecieron, empezaron a demostrar
cualidades que ningún otro humano poseía, podían mover objetos sin ni siquiera
tocarlos, volverse invisibles o tener una fuerza sobrehumana.
Imagen sacada de: www.dianliwenmi.com |
La gente les
empezó a coger miedo y los Púrpura empezaron a sufrir las consecuencias del
miedo de los demás. A algunos les acosaban en el colegio, a otros simplemente
les evitaban y otros en cambio tenían el control. Cuanto más se diferenciaban
ellos de nosotros más fuerte se hacía la idea de acabar con ellos.
El gobierno tomó
medidas y creo colegios solo para los Púrpura, ya que los padres de los demás
niños no querían que sus hijos estudiaran con los seres violetas. Y así, cada
vez más y más se fomentó el miedo y el odio hacia una raza que apenas se
distinguía de la nuestra.
Han pasado varios
años desde que comenzó ese extraño suceso y desde que empezó me he sentido
atraída por él. Por eso estudié medicina y me centré en averiguar el origen de
todo. Hoy es mi primer día en el laboratorio Hurson de investigación Púrpura y
estoy nerviosa:
—Le advierto de que el doctor Brun
es un poco extraño — me comenta el señor Ford.
—¿Extraño por qué? — pregunto.
—Bueno, prefiere trabajar solo, que
usted esté aquí y que vaya a trabajar con él no le ha hecho mucha gracia,
aunque no es decisión suya.
El señor Ford es
un hombre mayor y algo rechoncho, cuyo frondoso bigote blanco oculta una mueca
de desagrado. Tengo la sensación de que nadie quiere que trabaje en este sitio,
pero si aprobaron mi solicitud para ayudante de laboratorio, es que me
necesitan, ¿No?
—Procure evitar hacerle preguntas
personales — insiste Ford.
—¿Por qué iba a hacerle preguntas
personales?
Entramos en el
laboratorio y en cuanto veo al doctor y mi mentor Brun descubro el por qué el
señor Ford estaba tan nervioso, el doctor Brun es un Púrpura. Sus ojos morado
oscuro relucen sobre su bata blanca, me mira con la misma cara de desagrado que
Ford y eso me incomoda.
—Doctor Brun, le presento a Treis,
su ayudante, trabajará con usted en su búsqueda del origen de los Púrpura —
anuncia Ford.
—Pensaba que se trataba de una
broma — contesta Brun con desagrado.
—No señor, me temo que no.
—Está bien — se resigna Brun —
póngase una bata y empiece a trabajar.
Aunque me ha
sentado mal el comentario de Brun, no pienso contestarle siendo mi primer día
de trabajo. Además, trabajar en los laboratorios Hurson es el sueño de
cualquier científico.
Tal y como ha
dicho el doctor Brun, me pongo la bata y empezamos a trabajar en el origen del
misterio. Los primeros días son un poco tensos, ya que el doctor no se siente
muy cómodo trabajando conmigo, pero poco a poco va aceptando mi presencia.
—¿Por qué está tan interesado en
averiguar el origen de los Púrpura? — me atrevo a preguntar un día.
—Supongo que es un tema que me toca
muy de cerca — contesta en tono burlón — Soy uno de ellos, ¿cierto?
—Sí, ya me había dado cuenta —
contesto sonrojada — resulta extraño que trabaje con nosotros, es decir, con
gente que no es de su misma raza.
—Te acabas acostumbrando, sobretodo
lo hago para que la gente como tú deje de tenernos miedo, todas las
manifestaciones y agresiones de estos últimos días hacia los Púrpura tienen que
acabar. Estoy seguro de que nuestro origen no es nada demoniaco.
—Yo también lo pienso — contesto
tímidamente.
Es cierto, a la
gente ya no le bastaba con meter en reservas a los Púrpura, también querían
esclavizarles. El ambiente político estaba al rojo vivo o mejor dicho, al
“púrpura vivo”.
El doctor Brun me
mira extrañado y vuelve la mirada de nuevo hacia su telescopio:
—¿Qué ocurre? — pregunto
sorprendida.
—Creo que ya sé la respuesta a la
pregunta que nos atormenta — contesta distraído — ¿y si los Púrpura no fuéramos
más que el siguiente paso?
—¿Qué quieres decir?
—Llevo mirando estas muestras desde
que empecé a trabajar aquí y nunca me había planteado que tal vez la respuesta
a todo fuera que simplemente somos la evolución de los humanos, el siguiente
paso. Los humanos evolucionaron del homo Sapiens al homo Sapiens Sapiens, tal
vez los Púrpura seamos los siguientes.
Si eso fuera
verdad, le habríamos cogido miedo a la evolución y por tanto, la opresión que
estamos ejerciendo hacia los Púrpura debería pararse de inmediato. La idea que
acaba de verbalizar el doctor Brun es una idea que llevo pensándola mucho tiempo
y por descabellada que sea, al pronunciarla en voz alta hace que parezca real.
La puerta del
laboratorio se abre de golpe y un asustado señor Ford nos mira sin aliento:
—¡Han declarado la guerra, han
declarado la guerra a los Púrpura!
Miro al doctor Brun
y sus ojos violeta me devuelven la mirada, por miedo a lo desconocido se va a
cometer el mayor error de la historia. Por miedo a lo desconocido todos
sufriremos las consecuencias.
Si te ha gustado…
Para escribir este
relato me inspiré un poco en Kick-ass y su idea de un mundo de superhéroes y en
la serie de cómics conocida como Powers.
Este relato es un
poco crítica al “miedo a lo desconocido” y al actuar precipitadamente cuando no
comprendemos algo. Antes de actuar hay que pensar en lo que hacemos, en si
estamos haciendo lo correcto o no, porque si no podremos acabar con la
evolución humana.
Dicho esto, espero
que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y
opiniones al respecto.
Y un saludo de
Silvia!!
Imagen sacada de: torontoist.com |
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