¿Nunca habéis
tenido la sensación de que en otra época habríais sido más felices? Yo sí.
Siempre he pensado que he nacido en una época equivocada, habría sido mejor
nacer en los años 90 y haber vivido en el siglo XXI. Aquellos años fueron
maravillosos, con los inicios de internet y las redes sociales, el éxito de
películas como Jurassic Park o Matrix, el surgimiento de las Spice Girls…
En cambio, me ha
tocado vivir en el siglo XXX y esto es un asco. Rodeados de contaminación y
ruinas de antiguas civilizaciones, vivimos en un mundo de consumo y poder,
donde los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. Estoy harto de
vivir aquí, de ser una cara más entre la multitud y pienso cambiar mi suerte.
Una nueva
experiencia ha surgido en el horizonte, una nueva e innovadora empresa ha
creado el servicio perfecto para las vacaciones. Mediante una máquina conocida
con el nombre “Tiempomóvil”, podemos viajar en el tiempo y visitar épocas
pasadas.
Imagen sacada de: xombitmusic.com |
Ahora que tengo
vacaciones pienso disfrutarlas en mi época favorita, los años 90 del siglo XXI
y divertirme en los años en los que yo debería haber nacido.
—¿En qué época desea disfrutar sus
vacaciones, señor? — me pregunta la de la agencia de viajes.
—En los años 90 del siglo XXI — digo.
—Lo siento señor, pero para esa década
está todo cogido, pero si quiere le podemos mandar al año 2016, que es lo más
próximo a los años 90 que tenemos.
Chasqueo la lengua
un poco desilusionado y miro pensativo el ordenador X-Ciber5 de la
recepcionista.
—Piense, señor — intenta convencerme — que
muchas personas que nacieron en los 90 seguirán viviendo en el 2016, así que
será como estar prácticamente en esa época.
—Está bien, deme ese año.
—¿Desea disfrutar de ese año en verano o
en invierno? ¿País? ¿Ciudad?
Tras responder a
todas sus preguntas, me llevan a una sala donde tengo que cambiarme y vestirme
tal y como vestían los hombres en el siglo XXI, ya que vestir con la ropa del
siglo XXX podría asustar a la población de esa época.
Intento ponerme
unos horribles pantalones pitillo cuya talla dudo que sea la mía, siento que se
me duerme la pierna derecha, pero después de todo lo que me ha costado entrar
en el pantalón, me niego a quitármelos. Una camisa y unas deportivas altas dan
el toque final a un look muy hortera, pero que sin embargo era lo más, por
aquel entonces.
Tras solucionar el
problema del atuendo, me toca solucionar otro problema, el lenguaje. Tengo que
controlar mi forma de hablar para poder integrarme entre los lugareños. Las
frases como “no te rayes”, “me estás vacilando” o “la que has liado pollito”
están de plena moda y voy a tener que forzarme a usarlas si quiero no
desentonar.
Por fin llega el
momento que estaba esperando y me llevan a la máquina del Tiempomóvil. Me
explican que tal vez note mareos o náuseas al llegar allí, pero que se me pasan
en unos minutos. Me subo y veo como cierran la puerta dejándome a solas en una
cabina de una máquina desconocida para mí.
La cabina empieza
a girar o tal vez sea yo quien gire. Las náuseas empiezan antes de llegar e
intento controlarme para no vomitar antes de tiempo. De pronto todo cesa y una
voz dentro de la máquina me habla:
—Bienvenido
al siglo XXI, su estancia durará dos días, al terminar, vuelva a este punto de
encuentro y le recogeremos.
Salgo del
Tiempomóvil mareado y vomito nada más salir. Tal y como me han dicho los mareos
solo duran unos minutos y al poco tiempo me doy cuenta de dónde estoy. Estoy en
la Casa de Campo, tal y como pedí me han dejado en el Madrid del año 2016, es
verano y hace mucho calor.
Llego al metro y
me sorprendo al ver los torniquetes, todavía usan torniquetes para utilizar en
el transporte público. Desconozco su funcionamiento así que decido pedir ayuda
a algún lugareño.
—Perdone señor, pero no soy de aquí,
¿podría decirme cómo puedo pasar estos torniquetes?
—Tiene que comprar el ticket en esa
máquina de ahí — contesta el hombre extrañado.
—Gracias, señor.
Me acerco a la
máquina y descubro que la máquina no acepta billetes de 50 y yo solo tengo
billetes de esa cantidad. Miro a mi alrededor buscando ayuda y es en ese
momento cuando veo a otro lugareño pasar, esta vez, el señor no usa ningún tipo
de ticket para pasar los torniquetes, al contrario, salta las barras de metal y
entra en el andén sin problemas.
Imagino que ese es
el procedimiento habitual y que el señor que me había dicho que tenía que
comprar un ticket para pasar, solo me estaba “vacilando”. Así que decido hacer
lo mismo que el lugareño ha hecho para entrar y salto el torniquete sin
problemas.
Unos gritos se
oyen a mis espaldas nada más hacerlo y me giro asustado. Unos guardias se
acercan corriendo hacia mí, si me cogen podrán tenerme retenido más de dos días
y yo no puedo faltar a mi cita con el Tiempomóvil o me quedaré aquí encerrado
en esta época para siempre. Echo a correr por el andén, pero los guardias me
cogen antes.
—¡La que has liado pollito! — me dice uno
de los guardias.
Me esposan y sé
que es el fin, un final de vacaciones perfecto, encerrado y sin poder volver a
casa, aunque no pienso “rayarme” ya que al menos he conseguido lo que he
querido, quedarme en la época que creía que era perfecta para mí. Las
apariencias engañan y ahora más que nunca echo de menos el ruidoso, sucio y
cochambroso siglo XXX.
Si te ha gustado…
Yo siempre he
pensado que me encantaría vivir en los años 50, ya que el estilo Pin-up, la
música y el ambiente son muy “yo”. Sin embargo, cada época tiene sus pros y sus
contras y para demostrar este hecho, se me ocurrió esta historia.
Es posible que en
el futuro alguien piense que nuestra época es la mejor y que diga “Yo habría
sido feliz si hubiera nacido en el siglo XXI”. Por el contrario, ese
pensamiento es erróneo, ya que si estamos descontentos con la época en la que
vivimos, tratemos de cambiarla y dejemos de soñar con un pasado que nunca
volverá.
Dicho esto, espero
que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y
opiniones al respecto.
Y un saludo de
Silvia!!
Imagen sacada de: www.fayerwayer.com |
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