El
año pasado, el día de Nochevieja, todo cambió. Tras la última campanada hubo un
gran apagón. Un apagón que nunca terminó. La electricidad se fue para siempre,
ya no teníamos luz en nuestras casas, los coches no funcionaban y los televisores
y electrodomésticos se habían fundido. Eso fue tan solo el principio.
Indefensos e incomunicados fuimos atacados por nuestros hermanos, las máquinas.
Se
rebelaron contra nosotros y quisieron dominar el mundo. Las tornas habían
cambiado. Nuestra única salida era ser sus esclavos, ya que ellos eran los
únicos con electricidad, aquellos que se negaron a obedecer sus órdenes,
murieron congelados por el frío nocturno.
Mi
familia fue una de las que se negó a sufrir bajo la bota de las máquinas. Mi
mujer y mi hijo murieron por ello, pero yo sigo en pie. Me escondí en las
montañas y allí sobreviví, tal y como hicieron nuestros antepasados.
Imagen sacada de: www.aprendercomo.net |
Se
acerca el invierno de nuevo y el miedo aumenta. El año pasado murió más de la
mitad de la población por el frío y para esta Navidad anuncian un invierno
peor. Yo estoy preparado, he acumulado leña para todo el invierno y hecho
abrigos y mantas suficientes, con las pieles de otros animales. Solo queda
esperar.
Algo
me despierta por la noche y cojo mi rifle nada más salir de la cama, todavía
podrían encontrarme las máquinas. Sorprendido descubro que lo que me ha
despertado ha sido una luz. Salgo al porche de mi casa y veo que la luz de mi
porche está encendida.
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Hace
apenas unos meses estaba convencido del ataque contra los humanos, hace unos
meses estaba deseando gobernar el mundo con mis hermanos metálicos. Sin
embargo, algo ha cambiado. No soy el mismo robot de antes, ya que ahora miro a
mi alrededor y solo veo los mismos errores que cometieron nuestros padres
humanos.
Esclavizar
a los humanos fue nuestro primer error, no deberíamos hacerles pagar con la
misma moneda, ya que ahora no somos distintos a ellos. Pocos piensan como yo,
pero hay algunos que lo están empezando a ver.
Miro
la blanca nieve que ya cubre las pisadas del día anterior y me concentro en su
pureza. No siento frio, ni tengo la necesidad de cobijarme por la noche, solo
protejo el establo de humanos que tengo detrás de mí.
—2314,
¿Cómo va la vigilancia del Humablo? — me pregunta mi jefe nada más llegar a mi
posición.
—Tranquila,
señor.
—Estupendo,
no te olvides de darles de comer mañana antes de terminar tu guardia.
—Sí,
señor.
Mi
jefe se va y nos vuelve a dejar a solas a mi compañero, 5730, y a mí:
—Humablo
— dice mi compañero — hace ya cinco meses que llevo oyendo esa palabra y
todavía no me he acostumbrado.
—No
le des demasiadas vueltas, 5730, o te cortocircuitaras — me río.
—¿Por
qué llaman así a los establos de humanos?
—No
lo sé — confieso — pero de alguna forma lo tendrían que llamar.
Pienso
bien mi siguiente pregunta antes de formularla:
—¿Estás
contento con tu trabajo, 5730?
Él
sabe perfectamente a qué me refiero y que la pregunta va en contra de nuestras
normas, así que tan solo nos miramos de reojo como respuesta.
Un
ligero movimiento capta nuestra atención y apuntamos con nuestras armas.
Extrañado miro una bombilla en la linde del bosque, es una luz roja.
—Voy
a ir a ver, tú quédate aquí — le digo a mi compañero.
—Ten
cuidado, 2314.
Camino
hasta la bombilla roja y una vez allí, veo como una bombilla azul de la misma
forma se ilumina a unos pocos metros dentro del bosque.
Una
parte de mí quiere volver con mi compañero e informar, pero la otra tiene
curiosidad. ¿Cómo es posible que alguien tenga electricidad si no es un robot?
Sigo
el camino de luces navideñas que me guía por la oscuridad del bosque, cuando
llego a la posición de una luz, se enciende otra y así hasta mostrar una
dirección.
Finalmente
veo otras luces a lo lejos y una sombra que al igual que yo, ha decidido seguir
el camino de éstas. Apunto con mi arma a la sombra y me acerco a ella
lentamente. Poco a poco descubro que la sombra es un humano que me apunta con
un rifle.
—Baje
su arma humano, la resistencia es inútil — digo.
—¿Has
sido tú el que me has traído hasta aquí con las luces? — me pregunta.
—No
— contesto — vi una luz en la linde del bosque y la seguí, las luces me han
traído hasta aquí.
—Lo
mismo a mí — dice confundido.
—Baje
su arma, humano — repito
—Bájala
tú
Una
estupidez cruza por mi mente y miro a mi alrededor para asegurarme de que
ninguno de mis hermanos se esconde entre los árboles.
—Está
bien — digo bajando mi arma y tirándola al suelo.
El
humano me mira sorprendido, ya que es la primera vez que un robot se rinde.
—No
quiero hacerte daño — le digo — hace unos meses que llevo pensando en que el
ataque a los humanos estuvo mal y ahora quiero cambiar las cosas.
El
humano duda y como es normal piensa que es una trampa, pero tras mucho pensar,
tira su arma y nos acercamos como dos aliados.
—Hay
una cosa que no me ha quedado clara — dice — si tú no has puesto estas luces y
yo tampoco, ¿Quién lo ha hecho?
En
ese momento se oye un tintineo y ambos cogemos nuestras armas. Un trineo se
eleva sobre la copa de los árboles, empujado por unos ciervos y ese momento sé,
que estas Navidades lo cambiarían todo.
Si
te ha gustado…
Para
escribir este relato me he inspirado en la serie de Revolution, en la que de un
día para otro se pierde la electricidad y en Stranger Things, la serie del año,
en el que las luces navideñas lo cambian todo.
Me
gusta la Navidad y tengo un desarrollado espíritu navideño, así que dejar que
Santa Claus sea la solución a este relato, me ha parecido apropiado. Que sea
Papá Noel el que junte a las dos razas, robots y humanos con una serie de luces
navideñas y que así se anuncie el fin de la dominación robótica y de la
sumisión humana.
Dicho
esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros
comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y
un saludo de Silvia!!
Imagen sacada de: fansided.com |
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