domingo, 6 de noviembre de 2016

Galacdemia



Nuestra raza está enferma. Salimos de la Tierra en busca de nuevos mundos y fuimos a caer en el más tóxico de todos, el planeta morado. Como es lógico, sabíamos que la búsqueda de otros mundos podría tener consecuencias como ésta. Por lo que ideamos un protocolo para evitar pandemias extraterrestres, comúnmente conocidas como Galacdemias.
Este protocolo consiste en evitar al máximo el número de infectados, es por ello por lo que cuando descubrimos un planeta nuevo, nuestra misión es enviar a un pequeño grupo a investigar, en vez de ir todos a la vez. Así, si el grupo pequeño sufre alguna dolencia de cualquier tipo, el resto de los humanos estaremos advertidos.
Imagen sacada de: www.muralesyvinilos.com
Yo siempre estoy en esa avanzadilla, no porque me obliguen, sino porque quiero. Como científica encuentro fascinante la existencia de tantos mundos y variedades. Elementos nuevos que podemos utilizar como especies y diversidad de vida. Quiero ser la primera en descubrirlo todo, sin embargo eso tiene un precio. Un precio que estoy pagando ahora.

—Doctora, ¿Voy a morir? — me pregunta uno de mis pacientes infectados.
No me gusta mentir a los pacientes, realmente no sé cómo curar esta enfermedad que mi pequeño grupo y yo sufrimos, así que intento eludir la pregunta:
—Voy a por un poco de agua — le digo a mi paciente antes de irme.
Nada más llegar a este planeta morado sufrimos unas fuertes abrasiones moradas por todo el cuerpo, no nos duelen, pero nos preocupa enormemente. Por lo que al final decidimos dar la alarma de Galacdemia.
Salgo del hospital de nuestra nave y me acerco a la sala de control para hablar con los pilotos:
—Tengo que salir ahí fuera — digo nada más entrar.
El silencio reina en la sala y todos los pilotos me miran desconcertados. El capitán de la nave avanzadilla se adelanta y me mira con cierto aire de desconfianza:
—¿Por qué? — me pregunta.
—Es la única forma de averiguar por qué nos está pasando esto.
—Ya sale lo que ocurre cuando salimos a la superficie, nada más salir de estas instalaciones, nuestras abrasiones, o como usted llama a estas heridas moradas, se hacen más grandes.
—Lo sé, pero no hay otro remedio, aquí no tenemos ningún medicamento ni nada que consiga eliminar nuestras heridas y si no nos deshacemos de ellas antes de pasado mañana, ya sabe lo que pasará, que esa nave de ahí fuera, se marchará, el resto de los nuestros nos darán por muertos y se irán a buscar otro planeta.
El capitán guarda silencio un momento, sus argumentos son tan sólidos como los míos y él lo sabe:
—Está bien — contesta al fin — pero voy con usted.
—¡Capitán! — exclama uno de los pilotos.
—Es nuestra única oportunidad de salir con vida — le contesta al piloto.
Está decidido y ya no hay marcha atrás, tanto el capitán como yo nos preparamos para lo que nos espera fuera y nos ponemos los trajes espaciales con la esperanza de que éstos frenen un poco el crecimiento de las abrasiones.
A causa de los gases morados del planeta, no pudimos ver desde el espacio si el planeta está habitado o no, pero ahora, desde la superficie nuestros escáneres detectan algo. Está borroso y es muy posible que al final no sea nada, pero en mi opinión, merece la pena investigarlo.
El capitán y yo salimos de la nave un poco asustados, los trajes funcionan bien y frenan un poco las abrasiones, aunque sabemos si nos exponemos demasiado, no servirán de nada. Nuestra búsqueda de una cura está planeada para una hora, así que tengo que conseguir averiguar algo en ese tiempo.
Avanzamos por la extensa selva morada, preocupados por la niebla y manteniéndonos juntos. El mapa electrónico que llevo en las manos debería guiarnos hasta la ola de calor que detecta y de la cual espero que sea animal.
El rastro se pierde en una especie de cueva y me entra el miedo de pronto, ¿Y si es un animal carnívoro? Pienso en el poco tiempo que nos queda para volver a la nave y en que tengo que aprovechar al máximo nuestro paseo. Difícilmente conseguiré volver a salir a investigar, si en este primer paseo no consigo nada.
Entro en la cueva sin demora, seguida del capital algo cansado y más afectado que yo por las crecientes abrasiones que no dejan de aparecer por todo nuestro cuerpo. Resulta extraño que esas heridas no nos duelan, que simplemente aparezcan en nuestra piel.
Una luz me deslumbra y freno el paso en el acto.
—¿Sois humanos? — Pregunta la voz que sostiene la luz que me alumbra.
—Así es — contesto intentando taparme los ojos con la mano — ¿Quién eres?
El capitán, a mi lado, ha sacado su arma de la cartuchera y apunta a la luz concentrado.
En ese momento la luz se apaga y se me hiela la sangre al ver al alienígena de aspecto humanoide delante de mí. Es morado, como los gases, y en vez de cabello, le salen unos enormes tentáculos de la cabeza.
—Yo también soy humana — dice el alienígena.
—Eso no puede ser — contesta el capitán bajando el arma asustado.
—Pensáis que los gases de este planeta son tóxicos, pero en realidad, lo que es tóxico son vuestras pieles de carne rosada. Hace mucho tiempo, decidimos salir de este planeta en busca de hogares nuevos y descubrimos La Tierra, planeta dónde decidimos quedarnos. Los humanos tenemos la habilidad de adaptarnos a nuestro entorno y aunque nos costó al principio, conseguimos adaptarnos al planeta azul. Sin embargo, ahora que habéis vuelto a casa, ya no necesitáis vuestros trajes de carne rosada y por eso, los gases de nuestro planeta os bañan para que volváis a vuestro cuerpo natural, cuerpos morados y perfectos, como el mío.
Mi incansable cerebro no deja de pensar y aunque pueda parecer absurdo, la creo, creo a la alienígena. Ya que nada más llegar a éste extraño planeta he sentido algo que no he sentido en ningún otro sitio, me siento en casa. Me quito el traje y dejo que los gases morados inunden mis fosas nasales. Es hora de ser yo misma.








Si te ha gustado…

Siempre hemos pensado que la Tierra es nuestro hogar, que nuestra especie nació aquí, que nuestras manos y nuestro cuerpo son como los vemos en este momento, pero ¿Qué pasaría si fuera todo lo contrario? Tal vez nuestro planeta de origen no es el Tierra y tal vez, nuestro cuerpo, el que tenemos ahora, no es más que una máscara. Eso supondría que ver a “los verdaderos humanos”, para nosotros sería como ver alienígenas.
Como probablemente hayas notado, para escribir este relato me he inspirado en la serie de V, los visitantes, por su terrorífica máscara humana.
Dicho esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!

Imagen sacada de: www.blogodisea.com

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