No me di cuenta,
hasta que entré en los medios. Ya por entonces se hablaba de la manipulación
del gobierno y sus “métodos” para convencer a los ciudadanos, pero yo no me lo
creí. Siempre me pareció una de las muchas teorías conspiratorias que rondan
por ahí.
Todo empezó con la
llamada y a raíz de aquello, descubrí la verdad oculta que todos intentan
encubrir:
—Cadena Veraz, ¿en qué puedo
ayudarle? — digo automáticamente al coger el teléfono.
—Hoy van a entregar una caja en recepción, esa caja lo cambiará todo, si
todavía cree en el poder del pueblo, destruya esa caja antes de que sea tarde.
El sonido
intermitente del teléfono me despierta, han colgado. La extraña llamada me
revuelve el estómago y temerosa me acerco a la recepción con la esperanza de
que no haya llegado ninguna caja.
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—Clara, ¿ha llegado alguna caja? —
pregunto a la recepcionista.
—No, nada de nada.
—Perdonen, traigo una caja para el
señor Calajan — dice el repartidor detrás de mí.
—¡Soy yo! — exclama el director
Calajan nada más escuchar su nombre — ¿de qué se trata? — dice firmando los papeles
del repartidor.
—Ni idea, señor, pero viene del
departamento de control y seguridad del Gobierno, debe ser algo importante —
contesta el repartidor antes de irse.
Calajan abre la
caja extrañado, estoy a punto de decirle que no lo haga, pero me freno en el
último segundo.
—¿Qué es esto? — pregunta
extrañado.
La caja está llena
de medicamentos y encima de estos, hay una carta.
—¿Qué es eso, jefe? — pregunta
Clara asomándose desde su escritorio — ¿no será una de esas argucias del Poder
Púrpura?
—No digas tonterías, Clara, el
Poder Púrpura no es más que un grupo de fanáticos que insisten en que el
gobierno nos controla y nos manipula a placer, no tienen nada que ver con esto.
Además, este sobre lleva el remitente del Gobierno.
Calajan, abre la
carta y lee su contenido sin dejar de amasarse la barba.
—Chicos, tenemos nuevas
instrucciones — anuncia al equipo — tenemos que hacer algunos cambios en el
programa y tenemos que anunciar una nueva noticia para la comunidad.
A pesar de carecer
de un puesto de relevancia en la Cadena, observo como mis compañeros trabajan e
intento ayudarles en todo lo que pueda. Las instrucciones del Gobierno serán
anunciadas en las noticias, así que me cuelo en el plató y escucho tras las
cámaras a los presentadores.
—Y, hablando de un tema menos serio
— anuncia el presentador Rob Teit — según recientes estudios, se ha demostrado
que el mayor problema de nuestra comunidad es el estrés, por ello el Gobierno
ha sacado estas fabulosas pastillas que cada ciudadano está obligado a tomar,
nuestra salud es un problema de todos, pero es un problema con una solución.
Un cosquilleo me
recorre la espalda, las palabras “cada ciudadano está obligado a tomar” me dan
la voz de alarma. Como periodista la curiosidad me llama, pero como ciudadana
me inquieta. Tras el programa me acerco a mi confidente y amigo Nelson, el
cámara.
—Nelson, ¿qué han querido decir con
“todos los ciudadanos están obligados a tomar?
—Ven — me dice nervioso mirando a
su alrededor.
Entramos en el
estudio de montaje y ya solos, hablamos sin temor a que nos escuchen.
—Las pastillas no son más que otro
control del Gobierno, ¿lo entiendes? Quieren manipularlos, drogarnos y que
todos les votemos sin pensar.
—Hablas como el Poder Púrpura.
—Tal vez, tengan razón — me
susurra.
—¿Qué quieres decir? — pregunto
atónita.
—Verás, hace unos meses, vinieron
gente del Gobierno a hablar con Calajan, estuvieron un buen rato en su despacho
y al salir, el jefe vino a verme y ordenó poner esto entre los anuncios de la
Cadena.
Me pone la cinta
en la pantalla y me horrorizo al descubrir la verdad.
—¡Es publicidad subliminal! Pero no
puede ser, eso está prohibido.
—No solo es publicidad subliminal,
Beca, es promoción de su partido.
En mi asombro
descubro algo más, Nelson tiene una cinta púrpura en la muñeca.
—Eres del Poder Púrpura, tú me has
llamado esta mañana.
—Así es — me confiesa — debemos
parar esto, Beca, antes de que el pueblo se convierta en una masa fácil de
manipular.
—Debes grabarme — digo pensativa —
grabaremos un video, esta noche y se lo presentaremos al mundo.
Al atardecer nos
escondemos y cuando ya no hay nadie en la oficina, nos encerramos en el plató.
—¿Lista? — me pregunta Nelson.
Yo asiento
nerviosa y miro el objetivo con decisión, las palabras salen solas.
—Queríamos seguridad, antes que
riesgo, comodidad antes que libertad y ahora recogemos los frutos de la mala
hierba que sembramos. El Gobierno nos manipula…
Alguien llama a la
puerta, pero yo no hago caso.
—Los medios están corrompidos,
introducen mensajes subliminales entre los anuncios, nos venden fármacos que
más que curarnos tratan de lavarnos el cerebro, nos graban en las
manifestaciones que hagamos contra ellos, nos introducen chips de identidad
para localizarnos y nosotros, inconscientes, lo aceptamos.
—¡Abran la puerta! ¡Agentes de policía! ¡abran!
Mi voz se quiebra,
pero Nelson me anima a seguir.
—¿Somos realmente libres o es lo
que quieren que pensemos? Poco a poco y con el rostro de la caridad nos venden
las manzanas envenenadas. Pero eso se acabó, ¡debemos luchar! ¡debemos
demostrarles que el pueblo es quien decide no ellos! ¡pero sobretodo debemos
enseñarles lo que el Poder Púrpura es capaz!
La puerta del
estudio se rompe y la policía, junto agentes del Gobierno y federales entran en
la estancia. Fin de la emisión.
Si te ha gustado…
Para escribir este
relato me he inspirado en la Naranja Mecánica y su técnica Ludovico, ya que el
control de la mente puede ser la clave de la manipulación.
La moraleja de
esta historia es tan simple como real, el marketing llevado al extremo puede
ser peligroso, ¿quién nos dice que no lo estén haciendo ya?
Dicho esto, espero
que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y
opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!
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