La noche es suya y el día es nuestro. Hace apenas diez años que se mantiene la frágil tregua. Se establecieron los toques de queda. Ningún humano puede salir de la ciudad, pasadas las doce de la noche. Al igual que ninguno de ellos puede salir tras el amanecer.
Ellos respetan la norma
al pie de la letra. Sin embargo, nosotros somos más torpes y algunas veces,
algún incauto no llega a tiempo a la ciudad pasadas las doce. De esos incautos,
ninguno regresa a nuestro mundo. Desaparecen de la faz de la Tierra, como si
nunca hubieran existido.
Solo hay una clase de humanos que tienen
privilegios, los preservadores. Su misión es la de preservar la paz entre ambos
mundos. Los preservadores son los únicos que tienen autoridad para vagar por las
calles de ellos pasada la medianoche.
Es por eso, por lo que ahora mismo me
encuentro en la tierra que un día fue nuestra. Vago por las calles en ruinas y
recuerdo con tristeza los sitios que frecuentaba antes de la hecatombe:
—¡Preservador
Rivas! — me llama el novato
—¡No
grites, novato!, ¡recuerda dónde te encuentras!
—Lo
siento, señor — me dice arrepentido — hemos encontrado el local.
Hace dos días hubo un asesinato. Todo el
mundo sospecha que fueron ellos, pero
nadie se atreve a decirlo, porque ello conllevaría que la tregua se ha roto.
Sigo al novato hasta el escondido local de la antigua calle de Goya y veo en el
suelo a la víctima. Varón blanco de treinta y pocos. El forense dice que murió
a eso de las once y media, antes del toque de queda.
No tiene sentido, ellos nunca dejan los cuerpos de los incautos y mucho menos atacan
antes del toque de queda. Solo hay una explicación para ello y es el miedo
previo de la guerra.
Nos quedamos hasta tarde debatiendo lo que
en nuestros subconscientes sabemos. Esto es el preludio de algo peor. Digo que
necesito despejarme y fumar un cigarrillo y me voy de ese apestoso lugar cuyo
ambiente me asfixiaba.
En la calle, no hay ni un alma, aunque sé
que nos observan en las sombras. La luna llena ilumina débilmente las derruidas
calles. No se oye nada, el único ruido que interrumpe mis pensamientos es el de
mi respiración entrecortada. Saco el cigarrillo con las manos temblorosas del
frío nocturno. Hay tanto silencio en la calle, que hasta el ruido de la cerilla
al deslizarse por la áspera superficie de su caja, me molesta.
Imagen sacada de: footage.framepool.com
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Sé que ellos
no soportan el ruido, así que me alejo del local lo más sigiloso que puedo. A
medida que me voy alejando, voy recordando cada esquina de mi infancia.
Recuerdo la panadería de Sergio, el olor de su pan recién hecho y la calidez de
su hospitalidad. Recuerdo la zapatería de los calzados Diez, muchas veces me
compré zapatos allí. Recuerdo las tiendas de grandes marcas cerca de Colón.
Pero, sobre todo recuerdo el Corte Inglés. Ya nada de eso existe.
Un extraño ruido interrumpe mis
pensamientos. Era el ruido de unas hojas al moverse por el viento. Me siguen.
No debo correr, no les debo tener miedo. Sigo andando, maldiciendo hasta el
ruidoso latido de mi corazón. Debo permanecer sereno.
Esta efímera serenidad dura hasta que oigo
el primer grito. Viene del local. Resisto el impulso de correr hacia allí, ya
que la primera norma del preservador es no correr bajo ninguna circunstancia. A
ellos les molesta que corramos.
Sin embargo, ando lo más rápido y
silencioso que puedo hacia allí. Los gritos van en aumento, puedo distinguir
los gritos del forense y del novato, además de otros muchos. A cada minuto que
pasa me imagino lo peor.
Un ruido demasiado cercano hace que me
pare. Está justo detrás de mí. Me giro lentamente para mirar a mi enemigo a los
ojos y ahí está, mirándome con curiosidad, tan quieto y tranquilo como lo
habían estado todos estos años.
Resulta extraño, que algo tan inocente,
tan cotidiano y a la vista de todos, sea tan peligroso. Solo es uno, uno que yo
pueda ver, ya que ellos siempre atacan en grupo. Le miro con firmeza, esperando
a que sea él, quien dé el primer paso.
Al poco rato, dejo de oír los gritos de
mis compañeros y el pánico se apodera de mí. Me tienen rodeado, no hay salida.
Es entonces, cuando me atacan. Siento como las ramas de su cuerpo atraviesan el
mío, como sus hojas inundan mi boca y como mis fuerzas y mi esperanza se
agotan. Es el fin. Los árboles que en un tiempo fueron amigos y decoraban
nuestras calles, no eran más que una máscara para ocultar sus verdaderas
intenciones. Nos observaban. Esperaban su momento.
Y, al parecer, su momento ya ha llegado.
Si te ha gustado…
Este relato se lo dedico a la alergia y al
polen que tanto me ha hecho sufrir esta primavera. Al igual que dicen que los
delfines dominarán algún día el mundo, me he preguntado, qué pasaría si algo
tan cotidiano y aparentemente inofensivo como un árbol, tuviera intenciones
ocultas.
Los árboles existen desde mucho antes de
que nosotros nos convirtiéramos en Homo Sapiens Sapiens, han permanecido
quietos y en silencio, observándonos en todo momento. Se me ha ocurrido pensar
que tal vez si nos invadiera alguna especie, no tendría que estar
necesariamente enterrada bajo nuestros pies como en la novela de “La Guerra de
los Mundos” de H.G. Wells, tal vez la tenemos delante de nuestras narices todo
el tiempo y solo están aguardando su momento para atacar.
Por de pronto os diré, que los arboles ya
me han atacado bastante a mí por este año y que no me extraña que en el
videojuego de Plants vs Zombies siempre ganen las plantas. Dicen que la
primavera la sangre altera, pero a mí me la hierve.
Dicho esto, espero que os haya gustado mi
relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!
Me ha encantado el relato corto "Muerte silenciosa", ¡Sigue así Silvia!. Con unas pocas líneas consigues crear una escena inquietante y transmitir la desolación en unas calles y comercios muy conocidos de Madrid, pero podría ocurrir en cualquier otra ciudad, sobre todo cuando conoces el final. Estoy deseando leer el próximo relato.
ResponderEliminarMuchas gracias!! Me alegro que te haya gustado :) seguiré subiendo relatos cada semana y espero que te gusten tanto o más que éste. Intentaré mejorar un poco cada dia, así que si ves algo que no te gusta o que necesita mejorar, no dudes en decirmelo!!
EliminarMe siento identificada contigo. También sufro de la alergia que provocan esos árboles aparentemente inocentes...
ResponderEliminarEnhorabuena y sigue escribiendo así!!
Muchas gracias!! sii la alergia es la venganza de los árboles y su plan para destruirnos jajaja
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